Por Silvina Peirano
Días atrás, Beth Wilson desde la cuenta en la que la sigo en Twitter (9 de enero/ @doodlebeth) difundió esta imagen que poco después se hizo viral.
En ella puede verse la vidriera de una tienda de Londres en la que se muestra un maniquí (sin cabeza) vestido con un traje de novia blanco. Hasta allí nada en particular y tal como lo expresaba la propia Beth "no debería ser emocionante" pero lo viral se produjo porque el maniquí estaba sentado en una silla de ruedas decorada con una enredadera (vaya paradoja!).
Una vez más me quedo pensando en estas formas de difusión viral. De hacerlo a través de la moda ("pasarelas inclusivas", le llaman) y en éste caso recargada por la connotación con el casamiento, la pareja, la sexualidad, el cuerpo, (y por seguir; con la maternidad) de las mujeres con diversidad funcional/discapacidad.
Cito esta idea: "pensemos en parejas y no en matrimonios", en relación a los vínculos afectivos de personas con diversidad funcional, a quienes debemos garantizarles (aún hoy) que no se vulnere su derecho a tener una pareja, a casarse y a tener (o no?) hijxs -instancias de las que otros colectivos "reniegan", o al menos pueden optar por tomarlas o no para sus propias vidas- y resuena en mi el comentario que leí respecto a la imagen, en el muro de una joven con diversidad física: "Que cruel esta imagen".
Sin intenciones de jerarquizar o juzgar qué puede producir esta fotografía en cada -que no en todas- las mujeres con diversidad funcional, insisto en repensar los mensajes de "Inclusión para las vidrieras" (lo que se quiere mostrar para el afuera), como una comunicación cuanto menos dudosa de normalización y fundamentalmente como un sueño -y sólo eso- cruel de final poco probable; al otro lado del cristal.
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¿Qué haremos si ese maniquí cobra vida en las vidas de muchas mujeres con diversidad funcional?